A lo largo de nuestra vida nos fijamos objetivos que deseamos cumplir tanto en lo personal como en lo profesional. Y es bastante común que intentemos llegar a conseguirlos lo antes posible. Sin embargo algo que estoy notando tanto en mi mismo como en otras personas es que no somos conscientes de que lo bonito es avanzar cada día en busca de nuestro objetivo y no tanto el alcanzarlo.
Ocurre algo extraño cuando alcanzas tus objetivos. Se produce una especie de vacío personal en el que te hace pensar mucho. Te ves que has conseguido lo que tanto buscabas y que no tienes la sensación de que te genere la tremenda felicidad como esperabas.
Es evidente que suman de forma positiva en tu vida, sino no los habrías fijado como objetivos. Pero generalmente idealizamos nuestra vida una vez que alcancemos ese objetivo y cuando llega no parece entusiasmar tanto.
Pero hay algo mas raro todavía. Que una vez alcanzados tus objetivos pierdes la motivación que te hacía avanzar cada día. Pongo un ejemplo: Suponemos que tu objetivo es comprar el nuevo iPhone. Pasas todo el año ahorrando. Haciendo un gran esfuerzo mes a mes para guardar un poco de dinero para comprarlo. Llega el día, compras tu nuevo iPhone y pocos días después sientes que tu vida sigue igual. Si, con iPhone mejor, pero no ha cambiado casi tu vida y además ya no sabes para que necesitas ahorrar.
Veo en Youtube y otra gente de alrededor, que han conseguido montar su negocio, ganar más dinero del que imaginaban, y se sienten un poco perdidos. Han logrado “todo” lo que querían y ahora no tienen una gran motivación por la que continuar. Ese trabajo soñado ya no parece tan motivador y divertido como antes. Todo ese dinero que deseabas y no saber en que gastarlo. Ese coche que tanto te ilusionabas y que ahora resulta hasta incómodo.
Lo que aprendo de todo esto es que no debemos idealizar cómo van a ser las cosas cuando alcancemos los objetivos. Puedes desear mucho un coche que tenerlo no va a hacer que tu vida sea como un videoclip de un reggetonero. Tu vida seguirá prácticamente igual. Y rápido estarás pensando en vender ese coche que tanto deseabas para tener otro. Por eso no hay que volverse obsesionarse tanto con los objetivos. Igual no cambia mucho tu vida de tener un Dacia a tener un Porsche. Pero si, yo también prefiero ir en Porsche. Simplemente que no te creas que cuando tenga el Porsche tu vida será muchísimo mejor.
Otro aprendizaje es que lo que realmente se disfruta es el camino. Cada paso que das hacia tu objetivo es lo que te hace feliz. Puede que tu objetivo sea tener un jardín bonito, y que cada planta que haces crecer te motive para seguir mejorando. Sentirte motivado a avanzar es la felicidad. Cuando no hay mas hueco en el jardín y ya luce bonito se acaba el “juego”.
¿Recuerdas cuando de pequeño tenías un videojuego nuevo cómo disfrutabas cada nivel que avanzabas pero una vez vencido al monstruo final dejaba de tener sentido y no jugabas mas?
Pues lo mismo ocurre con la vida. Por eso no hay que tener tanta prisa por llegar. Por eso hay que fijarse nuevos objetivos que nos hagan vivir ese camino de felicidad hasta conseguirlos.
Y por eso también hay que entender que la felicidad no está en un dinero, un coche o una casa. La felicidad está en la gente que nos rodea, en hacer con nuestro tiempo lo que nos apetece y vivir experiencias inolvidables. Esos deberían ser los objetivos de nuestra vida, unos objetivos que nunca puedes dar por cumplidos.
Todo lo demás acaba por perder su gracia. A todo te acostumbras y deja de ser tan bueno como lo veías antes. Por eso debes pensar mucho en cuales son tus objetivos. Objetivo cumplido, ¿y ahora que?
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